Las condiciones meteorológicas afectan enormemente a la calidad de la luz natural. En un día nublado, las nubes difuminarán la luz del sol y las sombras serán menos intensas. De forma similar, la neblina y la lluvia pueden suavizar y enfriar más la luz.
La época del año también juega un papel importante. Depende de la parte del mundo en la que estés, pero generalmente en invierno la inclinación de la Tierra hace que el sol esté más lejos, por lo que el ángulo de la luz es más agudo. Por eso, aunque los días sean más cortos, tenemos efectivamente más luz direccional con la que trabajar. Por otro lado, durante el verano la luz del sol alcanza su máxima altura en el cielo, por lo que incide más desde arriba y es menos favorecedora para las fotos al mediodía.
«Tus opciones de configuración pueden ser más complicadas de gestionar en invierno, cuando sacas fotos de nieve o el cielo nublado», explica el embajador de Canon Sebastien Devaud. «Es mejor aumentar tu exposición un poco, en lugar de usar el ajuste de exposición automática, para que la nieve o el cielo tengan un color más blanco que gris. Disparar en blanco y negro es una buena manera de acentuar el dramatismo de esta temporada, mientras que la neblina o niebla, las nubes bajas o el agua pueden también añadir una atmósfera particular en tomas invernales».