Es un sonido, sí, pero también es una estética, y se ha convertido en el producto exportado más llamativo de Nigeria. El afrobeats ha encontrado su hueco en el panorama musical mundial gracias a una combinación del talento más puro y auténtico, mucho esfuerzo y una comunidad creativa más amplia que transforma el sonido en un poderoso idioma visual que resuena por todo el mundo.
Con un ascenso espectacular, pasó de ser un género prácticamente desconocido fuera de África a principios de los 2000 a convertirse en uno de los movimientos más influyentes de la música moderna. Si bien artistas de fama internacional como Wizkid y Burna Boy lideran el panorama musical en este género, se podría decir que el momento en que Beyoncé compartió escenario con la cantante, compositora y productora nigeriana Tems marcó el reconocimiento definitivo del afrobeats en la corriente «mainstream».
Este es el sueño de muchos jóvenes nigerianos: que el mundo descubra y ame su música y su arte. Pero para muchos, especialmente en barriadas como Ilaje Bariga en Lagos, rodeadas de pobreza, las oportunidades para los jóvenes son escasas. La vivienda está superpoblada, y el acceso a agua potable y electricidad es inestable. Aquí es difícil que alguien logre hacerse escuchar, y mucho menos que se reconozca su talento y potencial.
Y pese a todo, eso no ha acabado con la creatividad ni la determinación de toda una comunidad de artistas emergentes como la estrella local de afrobeats, White Man, ni con los diseñadores, coreógrafos, estilistas y otros profesionales que dan forma a la estética de su música para el mundo. Uno de ellos es el director de vídeos musicales Tore Oriase, graduado de Miraisha y formador certificado de Canon.
Al crecer en Bariga, Tore ha visto y sigue viendo artistas increíbles a diario. Verdaderos talentos creativos que lo tienen todo excepto los medios para mostrarle al mundo lo que son capaces de hacer. «Aquí hay talento de verdad. Personas que están a la altura. Personas que tienen potencial. Son personas que no tienen un millón de nairas para pagar a un director que les grabe un vídeo musical al nivel que hoy exige la industria musical», explica. «Eso se ha convertido en una carga para nosotros, y está acabando con la esencia del afrobeats. ¿Cómo podemos colaborar, aunque no tengamos fondos, para darles visibilidad a nivel global? Hay que ayudar a quienes estén interesados en distintas áreas creativas, a quienes quieran convertirse en directores. A quienes quieran beneficiar a los artistas.»
Tore ve la necesidad de crear un círculo virtuoso en torno a la escena del afrobeats que fortalezca este movimiento desde la raíz. Uno en el que, a través de la educación a nivel local, permita generar todo un ecosistema creativo que lleve el talento al siguiente nivel. Ve espacio para que más personas trabajen en la dirección y producción de videos, como él. Nadie mejor que el talento local, que vive y ama la música, para materializar con autenticidad la visión de los artistas.
«Porque cada canción es una historia», explica. «Los artistas no solo se levantan, van al estudio, graban algo, y luego dicen: “Quiero un vídeo”. Detrás de esa inspiración hay una historia». Del mismo modo, para directores como Tore y sus alumnos, esto no se limita a elegir una cámara y grabar sin más. «También queremos demostrar de lo que somos capaces. Pensamos en una propuesta creativa y la desarrollamos. De esta manera, y con la ayuda de Dios, he tenido la oportunidad de trabajar con artistas maravillosos, como Oritse Femi y B-Red.»
El proceso gira en torno a la colaboración creativa y eso es lo que Tore buscaba demostrar cuando, junto al embajador de Canon Daniel Ehimen, pasó dos días en la Pan Atlantic University de Lagos para dar a conocer la iniciativa Canon Academy Video a cerca de 100 estudiantes y profesionales. «Quería enseñar cómo se hace realmente un vídeo musical», comenta Tore. «La idea era que un estudiante interpretara el papel del artista, pero sabía que sería muy difícil preparar algo así para alguien que no fuera músico. Así que me puse en contacto con mi amigo White Man, reconocido artista de afrobeats y alguien a quien le encanta contribuir a grandes proyectos.»
Trabajar con el artista en persona fue una excelente manera para Tore de mostrar el diálogo creativo necesario para hacer un vídeo musical, así como para demostrar la relación simbiótica entre el audio y lo visual. «Escuchamos la canción una y otra vez y nos preguntamos: "¿qué historia queremos contar?". Después creamos tableros de ideas que, posteriormente, veríamos con White Man». Los estudiantes tenían que reproducir sus pensamientos, ideas, letras y personalidad en una historia, utilizando únicamente sitios dentro de la universidad, el equipo proporcionado por Canon Academy Video y las habilidades técnicas que aprendieron de Tore y Daniel. «Dividimos a los estudiantes en grupos y se encargaron de todas las funciones necesarias para la producción. Mi papel era únicamente supervisar, ¡y fue todo un éxito!»
Está convencido de que esta es la base desde la que artistas como White Man y coetáneos suyos, como Segg Brown y Sammy Oma, podrán abrirse paso en la escena internacional, a pesar de contar con pocos o ningún recurso para lograrlo. «Queremos llevar el afrobeats al resto del mundo, y creo que contamos con el talento en dirección de vídeo necesario para mostrar a estos artistas a nivel global. Con ayuda de YouTube o de alguna plataforma de streaming, tal vez podamos contribuir a darlos a conocer, a que consigan un contrato discográfico o a conformar una carrera musical.»
Su propio camino hacia el éxito, a través del programa Miraisha de Canon, le introdujo un concepto que hoy considera fundamental y que comparte con frecuencia con sus estudiantes y clientes: Kyosei. «Esto es lo que estamos haciendo: vivir y trabajar juntos por el bien común», afirma. «Esta es nuestra peculiaridad local. Nuestra comunidad. Y queremos impulsar este movimiento.»
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