Hay más de un millón de asteroides orbitando el Sol y, aunque existen de todas las formas y tamaños, son más pequeños que los planetas pero igual de fascinantes. Vesta, el más grande, tiene alrededor de 530 kilómetros de diámetro, pero otros solo miden unos pocos metros. Entre ambos extremos, se encuentra el asteroide llamado «Ryugu».
Con unos 900 metros de diámetro y orbitando el Sol en una posición entre la Tierra y Marte, Ryugu ha sido de especial interés porque está clasificado como «carbonáceo» (a veces denominado «tipo c»). Esto significa que está formado por carbono y otros compuestos orgánicos, y contiene grandes cantidades de agua, lo que lo sitúa entre los tipos más antiguos de cuerpos celestes. Algunas investigaciones previas sugieren que los asteroides de tipo C son reliquias del sistema solar temprano y pueden contener pistas sobre su formación y el origen de la vida que lo habita. Por eso, la avanzada edad de Ryugu hace que sea tan importante, y es la razón por la que la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA) envió la nave espacial de exploración de asteroides Hayabusa2 a recoger muestras de materiales como arena, rocas y gases de su superficie en 2014.
Visita al «Palacio del Dragón»
Este asteroide recibió el nombre «Ryugu» en 2015 por parte del Centro de Planetas Menores (el organismo oficial de observación y registro de planetas menores, incluidos asteroides) y tiene un origen fascinante. En una leyenda japonesa, el Ryūgū-jō (o «Palacio del Dragón») es un lugar mágico bajo el agua que visita un pescador llamado Urashima Tarō, que llega allí en el caparazón de una tortuga y regresa con una misteriosa caja. Sin embargo, en el momento del nombramiento oficial de Ryugu, la nave espacial Hayabusa2 (que significa «halcón peregrino 2» en japonés) ya llevaba un año en el espacio, y «coincidieron» finalmente en 2018. Hayabusa2 analizó Ryugu durante un periodo de un año y medio, en el que eyectó dos astromóviles y un módulo de observación sobre su superficie para recopilar datos, así como un «impactador» para crear un cráter artificial en el asteroide, del que podían extraerse muestras.
Para devolver las muestras a JAXA para su análisis, Hayabusa2 lanzó una cápsula desde unos 200 kilómetros por encima de la superficie de la Tierra, que aterrizó en Woomera, en el Outback Australiano, el 6 de diciembre de 2020. Además de proporcionar muestras físicas, este momento histórico supuso la primera vez en la que se obtuvieron muestras de gas del espacio exterior y solo la segunda muestra más grande jamás recuperada de un asteroide.
Posteriormente, el contenido de la cápsula pasó por cuatro meses de profundos análisis y parte de este proceso se llevó a cabo utilizando un espectrómetro de masas cuadrupolar (EMC). Fabricado por Canon ANELVA Corporation, expertos en el campo de las tecnologías de vacío avanzadas, se instaló en el dispositivo de prueba. Un EMC es un instrumento que utilizan muchas agencias gubernamentales e instalaciones de investigación para identificar y examinar los gases de baja masa contenidos en las muestras de prueba de gases.
Poco después, la JAXA publicó un comunicado de prensa para informar de que «se confirmó una muestra granular de arena negra que se creía que procedía del asteroide Ryugu en el interior del contenedor de muestras». Y rápidamente los equipos de siete universidades, la JAXA y la Agencia Japonesa para la Ciencia y Tecnología Marítimo-Terrestres se pusieron manos a la obra para desentrañar sus misterios. En febrero de 2023, anunciaron su primer gran descubrimiento. A partir de esta muestra prístina, los investigadores identificaron el uracilo, una molécula que ayuda a transportar información genética en las células, así como ácido nicotínico, también conocido como vitamina B3. Estas moléculas podrían haberse formado en Ryugu u otros asteroides, y esto apoya la idea de que de alguna manera llegaron a una Tierra primitiva, en lugar de originarse aquí.
A partir de esta muestra prístina, los investigadores identificaron el uracilo, una molécula que ayuda a transportar información genética en las células, así como ácido nicotínico, también conocido como vitamina B3».
«Algunos científicos ya habían encontrado previamente nucleobases y vitaminas en ciertos meteoritos ricos en carbono, pero siempre surgía la duda de la contaminación por exposición al entorno de la Tierra», cuenta el profesor asociado Yasuhiro Oba de la Universidad de Hokkaido, autor principal del estudio. «Como la nave espacial Hayabusa2 recogió dos muestras directamente del asteroide Ryugu y las envió a la Tierra en cápsulas selladas, podemos descartar la contaminación».
Más recientemente, la misma muestra de Ryugu permitió a los científicos estudiar los efectos de los pequeños meteoroides que golpean la superficie del asteroide y cómo se ve afectado por la erosión espacial (cambios en la superficie de los cuerpos planetarios sin atmósfera). Esto puede ayudarnos a entender cómo los planetas y otros objetos del espacio podrían haber cambiado con el tiempo, pero también a explorar lo que podría haber causado el daño, desvelando así nueva información sobre otros planetas. Una vez más, debido a que las muestras estaban libres de contaminación, los investigadores pudieron realizar este análisis de forma segura y obtener nueva información sobre el sistema solar temprano.
Cada nuevo hallazgo se suma a un panorama más amplio sobre los comienzos de nuestro universo e incrementa de forma constante el conjunto de evidencias que sugiere que los elementos de la vida tal como la conocemos se originaron en el espacio y llegaron a la Tierra hace miles de millones de años mediante meteoritos.
Obtén más información sobre el proyecto Hayabusa2 de la JAXA y cómo Canon ANELVA contribuye al desarrollo de la sociedad a través de su tecnología de vacío ultraalto.
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