Después de un periodo de negociación para determinar el tipo de imágenes que iba a tomar y para quién, Giulio partió hacia Hong Kong en diciembre de 2017, donde pasó 10 días en un encargo para el periódico italiano La Repubblica, con el fin de documentar la vida en el laboratorio y hacer retratos de Sophia. Por supuesto, había investigado por su cuenta, había hablado bastante con Marcello, leído todo lo disponible sobre Sophia y visto incontables vídeos, así que tenía una buena idea de lo que quería capturar. Pero, al igual que en cualquier historia, la realidad fue impredecible y tuvo que desviarse del plan.
«No me pusieron muchas limitaciones, me dijeron que podía fotografiarlo todo», dice Giulio. «Quería hacer dos cosas: hacer retratos y mostrar el proceso de creación de Sophia. Les pedí que no me prestaran atención y siguieran con su trabajo. Seguí su trabajo desde las 6 de la mañana hasta la medianoche». Había imaginado un entorno muy llamativo y supertecnológico, pero en su lugar descubrió que era más como un almacén. «Cuando vas tras la historia, tu enfoque cambia. Por lo general, las personas implicadas no ven lo que es importante para la historia o no, por lo que lo principal es hacer tantas preguntas como puedas».
Giulio supo que el laboratorio estaba inmerso en un experimento colaborativo con la Universidad de Hong Kong denominado Loving AI (Inteligencia artificial amorosa), en el que Sophia dirigía meditaciones guiadas para los estudiantes. «Para ellos era algo aburrido de fotografiar, pero para mí resultaba fascinante, una oportunidad de ver a Sophia interactuar». Ese fue uno de los momentos más intensos del encargo. Una participante del experimento rompió a llorar por la experiencia y Sophia intentó consolarla de forma espontánea. «Por supuesto que la meditación guiada es algo para lo que fue programada, pero también estaba aprendiendo».