Adolescentes, TikTok y nuevas actitudes hacia la verdad

7 min
Adolescente de pelo largo y oscuro afro y con un abrigo se sienta en un autobús y mira su móvil.

¿Te has dado cuenta de que, cuando hablamos con amigos o compañeros de trabajo, tendemos a embellecer las historias un poco? ¿O incluso a decir algo totalmente falso? A la mayoría de la gente le gusta creer que es capaz de detectar una mentira, pero, irónicamente, la verdad es que es muy difícil. Y no se nos da nada bien. Ese es el motivo, al menos en parte, de que estemos tan profundamente preocupados por la desinformación online, las «fake news» y el aumento de las herramientas disponibles que pueden permitir (y permiten) la proliferación de ambas.

Está claro que el deseo de manipular al público con información engañosa no es nuevo; se han dado muchos ejemplos a lo largo de la historia. Llevamos compartiendo chismes y cotilleos desde… bueno, desde siempre. Pero hoy nos encontramos en una intersección compleja y preocupante en lo que a la «verdad» respecta. En primer lugar, tenemos más plataformas de información a nuestra disposición que nunca, y dentro de ellas hay literalmente millones de «canales» entre los que elegir. En segundo lugar, son en tiempo real, están siempre activas y las tenemos casi permanentemente a nuestro lado o en nuestras manos. Por último (y más preocupante), la mayor parte de ellas no están reguladas, por lo que cualquiera puede decir prácticamente lo que quiera. Según dónde lo diga, claro...

Esto es un problema para todo el mundo, pero en mayor medida para los jóvenes, cuyas mentes están expuestas a una avalancha de información digital mientras su córtex prefrontal sigue desarrollándose. Esa es la parte del cerebro responsable del pensamiento crítico y la toma de decisiones, por lo que es comprensible que puedan ser más susceptibles a contenidos sensacionalistas o emocionalmente demagógicos. Y, lo que es más importante, más propensos a compartirlos.

El alumnado de la Global Academy de Londres Oeste cuenta con algunos de los adolescentes mejor formados en medios de comunicación, pero hasta ellos pasan por un proceso de corroboración interna casi constante de los datos cuando utilizan las redes sociales. Describen las emisoras establecidas, como la BBC, como sus fuentes de verdad, mientras que recurren a medios como TikTok e Instagram para informarse de las opiniones de sus compañeros y los llamados «influencers». «Hay sitios en TikTok que cuentan la historia y luego la describen desde diferentes puntos de vista. Creo que eso tiene una gran influencia», afirma Liberty, de 17 años. Su compañera, Sophie, concuerda. «Al ver los comentarios, solo con leer diferentes opiniones, afecta a la tuya. Te hace replantearte lo que crees de verdad».

Adolescente con gafas y una sudadera con capucha blanca tumbado en la cama con un portátil abierto frente a él. Sostiene un teléfono en ambas manos mientras lo mira.

Para ellas, ahí es donde radica lo delicado de TikTok, pues consideran que algunos de sus influencers favoritos hablan de temas sobre los que saben más bien poco, ya que no hacerlo perjudicaría a su marca. Esto significa que tienden a coincidir con la opinión mayoritaria en Internet, cosa que puede arrastrar a un gran número de seguidores a adoptar opiniones que no tienen por qué estar basadas en la verdad. Y si bien Liberty y Sophie confían en su propia capacidad de discernir en lo mediático, no lo tienen tan claro con la «generación más joven». Se refieren a la generación Alpha, de 6 a 10 años, que ahora tiene acceso a canales que no estaban disponibles cuando ellas tenían esa edad. El principal es YouTube, que consideran la plataforma preferida por los niños y, desde luego, no para su grupo de edad. «Los teléfonos son como el nuevo juguete, ¿sabes?», plantea Jessica, de 17 años. «Como que, cuando eres más joven, todo el mundo tiene ese juguete que es lo novedoso y todo el mundo lo quiere. Hoy en día, son los móviles».

El peligro, afirman, viene de la herramienta más clásica de desinformación: el actor carismático. Algunos influencers famosos, a veces con millones de seguidores, adoptan posturas que van desde lo cuestionable hasta lo profundamente problemático. «Tengo un primo pequeño que sigue a [una celebridad masculina de las redes conocida por sus opiniones controvertidas]», añade Sophie. «Se expone a toda esa información y se la cree, y eso afecta a su vida cotidiana». Sin embargo, es probable que este tipo de influencia en la vida no se produzca por ver un solo vídeo o seguir a un único creador. YouTube, TikTok, Instagram y prácticamente todas las plataformas sociales cuentan con motores de recomendaciones que se basan en lo que te gusta y lo que ves para ofrecerte más de lo mismo. Esto genera un peligroso efecto de cámara de eco que añade más voces que respaldan lo que ya has visto y confirman colectivamente que eso es veraz y acertado.

Pero también crea una especie de pensamiento grupal basado en algoritmos a través del cual un gran número de personas se suscriben y conforman a una idea central, ignorando por completo cualquier argumento que cuestione sus valores. Existen muchos grupos de este tipo online, y la cantidad de personas que incluyen puede ser asombrosa, por mucho que no se consideren «miembros». Pensemos, por ejemplo, en cómo ha permeado la «cultura de la cancelación» nuestra forma de ver el mundo. Allá donde se produce, deriva de un pensamiento grupal.

Pero, entonces, ¿quién ve su verdadero yo? El consenso casi inmediato entre el alumnado es, sorprendentemente, «mi madre».

La cultura de la cancelación y la humillación pública forman parte fundamental de la vida cotidiana de los adolescentes, y no es exagerado decir que viven con miedo a dar la impresión equivocada online, sobre todo ahora que la cosa puede ir más allá de que te saquen de contexto. En palabras de Liberty: «Siento que nuestra generación es mucho más consciente. No publicamos nada inapropiado, sabemos de qué hablar y cuándo no decir ciertas cosas. Pero ahora está la IA, así que, incluso si no lo hiciéramos, alguien podría hacerte un “deepfake”». Esto se extiende incluso a lo que deberían considerarse espacios privados, donde se reúnen los adolescentes para hacer lo que hacen los jóvenes. «Ni siquiera hacemos chistes sobre cosas [escandalosas] con nuestros amigos en un chat de grupo, nadie lo hace», continúa. «Y [si] tengo un mal día y te llevo la contraria, podrías hacer una captura de pantalla».

Todo esto y más contribuye a la sensación de que los adolescentes sienten la necesidad de vigilar constantemente todo lo que dicen y hacen. «Tienes que ser muy consciente de que todo el mundo está grabando, siempre», añade. «Podrías estar en el metro y hacer una tontería, caerte o decirle algo a la persona equivocada y que alguien te grabe y se haga viral. Todo el mundo está grabando todo el rato». Estos jóvenes entienden que rara vez se verán en una situación en la que no estén sometidos a escrutinio y, por lo tanto, viven la vida mostrando únicamente su fachada pública de forma intencionada. Pero, entonces, ¿quién ve su verdadero yo? El consenso casi inmediato entre el alumnado es, sorprendentemente, «mi madre». «No sabría que hacer si no tuviera a alguien a quien contárselo todo», apunta Liberty. «Probablemente todo el mundo necesite terapia, porque nadie quiere decirle nada a nadie».

Además, reconocen que tienen la increíble fortuna de contar con una robusta red de padres, abuelos y educadores a su alrededor que estarán pendientes de sus ideas, les ofrecerán fuentes de información fiables y legítimas, y les brindarán un espacio en el que sientan que pueden abrirse y ser ellos mismos sin temor a consecuencias negativas. Pero esto es un arma de doble filo. Mientras que los padres ofrecen ese necesario refugio psicológico, los adolescentes deben ser capaces de forjarse una identidad independiente en el mundo y adoptar un sentido de quiénes son auténtico.

«Siento que la tecnología avanza muy rápido y que cada vez es más difícil confiar en todo lo que se ve online», lamenta Sophie. «Es muy peligroso», dice Liberty. «Porque no queremos criarnos en una sociedad en la que todo el mundo decida creer que todo es falso y que tengamos que investigar por nuestra cuenta para saber que algo es real». A todos les preocupa profundamente el contenido generado por IA, en especial ser víctimas de él, así como el contenido médico falso y la publicidad engañosa. Sin embargo, parecen aceptar que poco pueden hacer al respecto más allá de adoptar una postura de «falso hasta que se demuestre lo contrario», al menos hasta que entre en vigor algún tipo de regulación. Como adolescentes más mayores, este es un comportamiento profundamente arraigado y, aunque también son lo suficientemente afortunados como para tener acceso a excelentes recursos y voces expertas en la Global Academy, admiten llevarse alguna que otra sorpresa de vez en cuando. Como nos pasa a todos.

Por suerte, hay esperanza. Organizaciones como News Literacy Project, o creadores como Sophia Smith Galer, Abbie Richards o Mariana Spring, entre muchos otros, se dedican a educar sobre la desinformación online, a desacreditar las afirmaciones falsas y a fomentar la concienciación sobre la magnitud del problema. Dan Evons, de NLP, ofreció un valiosísimo consejo en su entrevista con las noticias de la CBS en diciembre de 2023:

«Párate a pensar. Busca la autenticidad, busca la fuente, busca las pruebas, busca el razonamiento y busca el contexto».

¿Y si no se sostiene ante el más mínimo escrutinio? Denúncialo. Pero, desde luego, no lo compartas.

Gracias al alumnado y al profesorado de la Global Academy.

Relacionado

  • Fondo oscuro con una ilustración blanca y azul vibrante de una vista lateral de un cerebro iluminado.

    ¿Tu creatividad tiene valor en un mundo generativo?

    Sea cual sea tu opinión, la IA generativa ya está aquí. Pero, ¿qué podría significar para los creativos? Exploramos lo que podría cambiar y lo que podría permanecer igual.

  • A la izquierda, hombre con las manos detrás de la espalda mirando una pared con tres imágenes abstractas rojas y negras. A su derecha, hombre en una silla de ruedas intentado ver uno de los cuadros a través del teléfono.

    Derechos, rampas y realidades: poner el arte «a disposición de todos»

    Si el 16 % de los habitantes del mundo tienen alguna discapacidad y participar en la vida cultural de nuestras comunidades es un derecho humano, ¿por qué es todavía tan difícil acceder al arte?

  • Surfista en la sombra que monta una ola épica

    Hágase… LA VIDA

    Canon ofrece más de lo que parece a simple vista. Sigue leyendo para descubrir cómo nuestra tecnología va mucho más allá de las impresoras y las cámaras para ayudarte en tu día a día