Trabajo en equipo, tecnología y momentos de aprendizaje sobre las tortugas

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Dos empleados del New York Marine Rescue Centre con camisetas de color azul llevan una tortuga al mar desde la playa. Al fondo, una multitud se agolpa detrás de un cordón.

¿Has oído el proverbio: «Hace falta un pueblo para criar a un niño»? Bueno, pues vamos a modificarlo un poco porque, lo creas o no, también hace falta un pueblo para rescatar a una tortuga. El New York Marine Rescue Centre cuenta con un equipo básico de ocho personas que rescatan tortugas marinas, focas e incluso pequeñas ballenas varadas y las cuidan hasta que están listas para ser devueltas a su hábitat natural. Pero a su alrededor hay una red de más de 200 voluntarios y colaboradores locales, incluido el equipo de Canon USA.

Liderado por la Executive Director, Maxine Montello, el centro está ocupado todo el año, respondiendo a alertas de rescate y manteniendo un hospital, además de emprender proyectos de investigación y numerosos programas de divulgación y educación. «Pero, sin duda, las tortugas ocupan la mayor parte de nuestro tiempo», afirma. «Se quedan varadas por diversos motivos, en su mayoría humanos, como enredarse en los aparejos, ingerir contaminación marina o ser golpeadas por embarcaciones. Además, experimentan un fenómeno llamado "aturdimiento por frío"».

El aturdimiento por frío es un problema cada vez mayor para las tortugas marinas; Maxine y su equipo observan cada año más esta afección, similar a la hipotermia. «Son animales de sangre fría y no pueden regular su temperatura interna», explica. «Como el otoño ya casi no existe y pasamos del verano directamente al invierno, no reciben señales de temperatura que las haga migrar».

Así que, en lugar de poder «sentir» suavemente cuando es el momento de migrar a aguas más cálidas, el brusco descenso de la temperatura les coge por sorpresa. Además, como las tortugas no generan su propio calor, de repente se enfrían tanto que su circulación disminuye, las funciones corporales se ralentizan y se vuelven tan letárgicas que a menudo parecen estar muertas. Este es el punto en el que corren más peligro, ya que a menudo acaban varadas en la orilla y casi inidentificables como tortugas.

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La comunidad se reúne para apoyar al equipo en la suelta de las tortugas rehabilitadas.

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Las tortugas pueden tardar meses en recuperarse antes de la suelta

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«Al principio de la temporada son muy pequeñas, del tamaño de un plato llano, y están escondidas en la línea donde la marea alta deposita los residuos», explica Maxine. «Así que te encuentras gente buscando una piedra marrón en una playa marrón, lo cual es todo un reto. Pero el momento en que las encontramos es crucial, porque cuanto antes puedan acudir a nosotros, mayores serán sus posibilidades de sobrevivir». Y aquí es donde entra en juego la comunidad: ciudadanos, científicos, jubilados, grupos escolares y otras muchas personas que patrullan las playas «de interés» en las épocas de mayor riesgo. Todos están formados para saber exactamente lo que buscan y lo que deben hacer.

Una vez que las tortugas están a salvo en el hospital del New York Marine Rescue Centre, el equipo las ayuda a recuperar la salud, lo que puede llevar de seis a nueve meses de rehabilitación por deshidratación, lesiones, daños en el caparazón e incluso neumonía. «Durante ese tiempo, pueden duplicar o triplicar su tamaño y nuestro objetivo es conseguir su suelta». Con más de 100 ejemplares en tratamiento en el centro cada año, su rehabilitación supone mucho trabajo, solo para que despedirse de ellas en la orilla. Maxine y su equipo también tienen un programa de investigación que recoge datos acerca de las tortugas una vez devueltas a su hábitat natural.

La suelta de tortugas se ha convertido en una tradición familiar y algo que nuestra hija de ocho años disfruta mucho. Es un honor para mí que mi empresa se esfuerce tanto por hacer algo bueno por el medioambiente y por nuestra comunidad».

«A algunas se les ponen etiquetas en la aleta o etiquetas PIT, como el tipo de microchip que se les pone a las mascotas; son estupendas por si se las vuelve a ver o las capturan. Pero lo que realmente nos ayuda son los dispositivos de seguimiento por satélite». Canon USA lleva más de una década patrocinando anualmente varios dispositivos de seguimiento por satélite, que permiten a Maxine y a su equipo controlar exactamente lo que hacen las tortugas en cuanto vuelven al agua. «Estos dispositivos pueden durar más de 100 días, pero una de nuestras etiquetas Canon lleva rastreando más de dos años, lo cual es bastante asombroso», sonríe Maxine. El paradero de las tortugas puede consultarse en el sitio web del New York Marine Rescue Centre. Los datos se descargan y analizan cada treinta días, lo que ayuda al equipo a obtener una valiosa información. «Las etiquetas nos muestran hacia dónde se mueven, cuáles son los puntos de interés y cuándo empiezan a abandonar alguna de estas zonas, lo cual es superimportante».

La educación y la difusión también son esenciales para el centro, ya que la sensibilización del público es fundamental para su labor. Pasar tiempo con las escuelas también nutre a la próxima generación de conservacionistas marinos y voluntarios locales. Durante los últimos tres años, Canon USA también se ha asociado con el centro en un nuevo programa educativo de ciencias marinas con las escuelas de secundaria locales. Los jóvenes aprenden todo sobre el trabajo del centro, disfrutan de una visita al hospital de tortugas y participan en la limpieza de una playa. 

Pero los mejores recuerdos llegan cuando ponen nombre a una tortuga, ven cómo la devuelven al mar y escriben su historia. The Adventures of Peachy Keen (Las aventuras de Peachy Keen) y Poseidon Gets Rescued (El rescate de Poseidón) son dos historias escritas e ilustradas por estudiantes, impresas por Canon y están a la venta en la tienda de regalos del centro y online. Este año le tocará a la tortuga Midas ser el centro de atención.

Es un momento importante para la comunidad que cierra el círculo en muchos sentidos: todo el trabajo duro para devolver una tortuga sana al mar y aprender sobre sus hábitos, mientras se atraen nuevos corazones y mentes al espacio de conservación. «Porque las tortugas están en peligro», advierte Maxine. «Conocer lo que les ocurre mejora el panorama para todos».

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